Sarmiento, un maestro en sentido amplio

Artículos de opinión, actualidad y doctrina legal escritos por Guillermo Chas.

Sarmiento, un maestro en sentido amplio

9 de diciembre de 2021 Varios 0
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Desde las épocas de la escuela primaria, cuando uno aprende de forma básica las fechas de nacimiento y fallecimiento y algunos datos de color de la vida de los hombres que forjaron a la Argentina y a los cuales denominamos próceres, es común y habitual que se haga referencia a Domingo Faustino Sarmiento como “el padre del aula” (paráfraseando la letra del himno a su memoria) o simplemente como “el Maestro”.

Lógicamente, este apodo, el de “maestro”, hace referencia a este término en un sentido propio y estricto, orientado a esa persona que desde una escuela o colegio busca instruir a los niños y adentrarlos en una formación básica que les permita luego ahondar en el importante y fundamental camino de la educación. Sin embargo, el objetivo perseguido en esta ocasión es el de demostrar que por numerosos hechos y motivos, el apodo de “maestro”, cuando se refiere a Sarmiento, debe ser entendido en un sentido general, porque Sarmiento, más allá de ser un maestro en el ámbito de la educación, fue por sobre todo un maestro, entendiendo al término como adjetivo para una persona que es de mérito relevante entre los de su clase. Nuestro prócer, sin lugar a dudas, fue de mérito relevante entre todos los de las diversas clases que ocupó. Sarmiento fue, con el mencionado sentido del vocablo, un maestro de la escritura, la docencia y el periodismo, y por sobre todo un maestro de la política y también un individuo de mérito relevante entre los de su clase más destacada, la de Presidente de la Nación, en dónde junto a algunos contemporáneos a su época, se erige, indefectiblemente, como uno de los ejemplos a seguir por toda Nación que busque transitar el camino del crecimiento, el triunfo y el progreso.

El 12 de octubre de 1868, Domingo Faustino Sarmiento asumió la Presidencia de la Nación de manos del saliente Bartolomé Mitre, convirtiéndose en la segunda persona en ejercer la primera magistratura de su amada República Argentina unificada, para la cual ya había servido como ilustre pensador y periodista, concejal, senador, ministro y embajador. Conformó un gabinete de notables, a los cuales eligió, a diferencia de como se suele ver actualmente, por capacidad y no por amiguismo, contándose entre sus funcionarios más cercanos a Nicolás Avellaneda, Martin de Gainza y el jurista Dalmacio Vélez Sársfield, que a pedido de Mitre había redactado el Código Civil que sería sancionado y promulgado apenas comenzada esta presidencia.

Así, comenzaba uno de los períodos de mayor y más veloz crecimiento y desarrollo jamás visto en la región. Consciente de la dificultad de administrar un territorio sin saber a ciencia cierta la cantidad y cualidad de sus habitantes, en 1869 ordenó llevar a cabo el Primer Censo de la historia de nuestro país. Este relevamiento permitió conocer la existencia de casi dos millones de habitantes, de los cuales un tercio habitaban la Provincia de Buenos Aires, un 70% residían en áreas rurales, el 71% eran analfabetos, sólo el 8% era de ascendencia europea y apenas el 1% era profesional, incluyendo a los militares.

De esta forma se detectaron los problemas ante los cuales se debía responder: los números hicieron evidente que la defensa del territorio necesitaba profesionalizarse y aumentar significativamente su capital humano por lo que ordenó crear el Colegio Militar de la Nación, encargado de formar y ordenar al Ejército Nacional y la Escuela Naval, al mando de la organización de la Marina de Guerra. Además, ordenó revisar el Código Militar. Respondió ante la crítica situación de alfabetización con la fundación de más de 1.100 escuelas durante su mandato -incluyendo Escuelas Normales en la mayoría de las provincias y la contratación de maestros y profesores de primer nivel provenientes de los Estados Unidos- haciendo de la educación laica, gratuita y universal una política de Estado. Además, contribuyó con el crecimiento de la Universidad de Buenos Aires, con la apertura de la Facultad de Ciencias Exactas, Naturales y Física. En sus seis años de mandato, el número de niños cursando sus estudios básicos se triplicó. De los poco más de 30.000 que los cursaban en 1868, se contabilizaron 100.000 alumnos en 1874.

Consideró también la cuestión fundamental de poblar el extenso territorio nacional y lo hizo fomentando la inmigración de origen europeo, conforme a lo que ordenaba el aún vigente Artículo 25 de la Constitución Nacional. Casi 300.000 inmigrantes llegaron a la Argentina durante su mandato, convirtiéndose en el inicio de un glorioso período de población migratoria trabajadora y sedienta de progreso que se extendería por los próximos cuarenta años. Colateralmente, esta ola migratoria mitigó el desastre causado por la epidemia de fiebre amarilla que había diezmado a la población bonaerense en 1871.

Sin embargo, no se quedó en solucionar los problemas que pudo diagnosticar en base a los datos emanados del mencionado censo. Su presidencia acogió el que posiblemente haya sido el desarrollo científico más importante de nuestra historia. Se encargó de la organización de la Primera Exposición Nacional de maquinarias agrícolas e industriales, que se llevó a cabo en la Ciudad de Córdoba. También convocó al astrónomo y meteorólogo estadounidense Benjamin Gould para ofrecerle la dirección del Observatorio Nacional, que también se creó durante su mandato. Similar fue su decisión de entregar la dirección de la Academia de Ciencias de Córdoba -tras su fundación- al alemán Herman Burmeister. El Museo Nacional de Ciencias también se proyectó e inauguró en el transcurso de su presidencia.

Paralelamente, ordenó la creación de entidades elementales para la organización del Estado argentino como el Boletín Oficial, el Banco Nacional (antecesor inmediato de la Caja de Conversión, a su vez predecesora del actual BCRA) y el Registro Nacional de Estadísticas (similar al actual INDEC), además de la Biblioteca Nacional de Maestros. También reformó otras entidades como el Cuerpo de Policía.

Y por si todo esto fuera poco, las obras públicas fundamentales fueron moneda corriente: las redes ferroviarias prácticamente se triplicaron durante su gestión, pasando de 500 kilómetros en 1868 a cerca de 1400 en 1874. Creó el telégrafo entre Buenos Aires y Rosario, y luego el internacional Córdoba-Valparaíso. Se inauguró también el Tranvía de Buenos Aires y se ejecutó un importante plan de reformas edilicias y de espacios públicos. Además, habilitó los puertos de San Pedro y de Zárate.

Cuenta la historia que, al finalizar su mandato y entregar la Presidencia a su ex ministro Nicolás Avellaneda, fue a vivir con su hija. En 1875 fue elegido senador nacional, y luego fue Superintendente Escolar durante la Presidencia de Julio Argentino Roca. En 1887 se trasladó al Paraguay por recomendación médica debido a su ya deteriorada salud y la negativa influencia del clima porteño. El 11 de Septiembre de 1888 pasó a la posteridad y en su entierro en el Cementerio de la Recoleta, el por entonces Presidente Carlos Pellegrini coronó su discurso necrológico con una frase que lo define íntegramente: “Se va el cerebro más poderoso que haya producido la América.” y completó: “Todo lo que constituye nuestro progreso, debe algo, sino todo, a Sarmiento”. Para nosotros, los que lo recordamos a 200 años de su nacimiento, es, indudablemente, un maestro.

Esta nota fue escrita por Guillermo Chas en ocasión del Bicentenario del Natalicio de Domingo Faustino Sarmiento, en el año 2011.

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